Redacción / Boom Fm
Quintana Roo.- Hace 19 años, Quintana Roo vivió uno de los episodios más devastadores de su historia: el impacto del huracán Wilma. El 21 de octubre de 2005, Wilma, un monstruo de categoría 5, llegó con vientos de hasta 295 km/h, marejadas superiores a los 12 metros y lluvias interminables que azotaron la región durante 63 horas. Quintana Roo, especialmente Cancún y la Riviera Maya, fue testigo de la furia implacable de la naturaleza.
La Destrucción en su Estela
La infraestructura turística, la columna vertebral de la economía estatal, quedó en ruinas. Hoteles de lujo y resorts que antes dominaban las postales paradisíacas de Cancún terminaron inundados, con fachadas destruidas y playas arrasadas. Los residentes enfrentaron no solo la destrucción material, sino la desesperación de estar sin agua, electricidad y alimentos durante días. Las calles de Cancún, convertidas en ríos, hacían casi imposible transitar.








Pero lo que más impactó a la comunidad no fue solo el embate del huracán, sino lo que vino después: el caos social. Con las autoridades desbordadas y la población en estado de emergencia, la rapiña se hizo presente. Comercios y supermercados fueron saqueados en un intento desesperado por conseguir víveres, mientras la anarquía y el miedo parecían adueñarse de las calles. La imagen de un Cancún sumido en el caos contrastaba con su fama de paraíso turístico internacional.
La Larga Recuperación
A pesar de la devastación, la recuperación de Quintana Roo fue un proceso marcado por la resiliencia de su gente y la determinación de levantarse de las ruinas. El sector turístico, pilar fundamental de la economía, sabía que no podía detenerse. Millones de dólares se invirtieron en la reconstrucción de hoteles, restaurantes y en la recuperación de las playas. A través de un esfuerzo monumental, Cancún y la Riviera Maya lograron reabrir sus puertas al turismo en menos de un año, un logro que en su momento parecía imposible.
La solidaridad jugó un papel crucial. Gobiernos, empresarios y la misma comunidad se unieron para sacar adelante al estado. El turismo internacional regresó con fuerza, y la industria hotelera no solo se recuperó, sino que experimentó un auge de expansión en los años siguientes.
Lecciones de Wilma
Hoy, casi dos décadas después, las cicatrices que Wilma dejó aún son visibles, no solo en la memoria de quienes lo vivieron, sino también en la forma en que Quintana Roo se prepara para futuros desastres. Las normas de construcción cambiaron, las medidas de prevención ante huracanes se reforzaron y el estado ha aprendido a convivir con la amenaza constante de los ciclones tropicales.
Wilma no solo fue una tragedia, sino también una lección de supervivencia y adaptación. Quintana Roo, golpeado y marcado por el huracán más devastador de su historia, se levantó más fuerte, demostrando que la resiliencia humana es más poderosa que cualquier tormenta.